De repente se tuvo la posibilidad de decirlo todo a todos, pero bien mirado, no se tenía nada qué decir. Bertolt Brecht (Teoría de la Radio, 1927-1932)


viernes, 26 de noviembre de 2010

La Aldea de las Letras. Sexto capítulo del libro Peligro en la Aldea de las Letras


Ilustración de Alberto Caudillo

Aviso a los visitantes de esta Aldea:

Publico este capítulo del Libro Peligro en la Aldea de las Letras, en el que Hilaria llega a este fantástico sitio en donde se producen todas las letras que necesitan los hispanoescribientes de todas partes del mundo, como homenaje a dos letras que serán expulsadas del abecedario español por dígrafos, palabra que parece nombrar el peor de los delitos, con la que incluso se les niega el género femenino a las letras dígrafas, pero, bueno, así son las cosas de la lengua, los académicos, la ortografía y el cuidado y respeto que merecen los 500 millones de hispanohablantes, quienes ojalá algún día sean también hispanolectores e hispanoescritores. Ojalá lo disfruten.

La Aldea de las Letras
© María Eugenia Mendoza Arrubarrena

—A pesar de la muy atareada vida de las habitantes de esta alegre y dinámica aldea de sólo veintinueve casas, en donde se producen constantemente las veintinueve letras del abecedario español, la armonía y la tranquilidad reina entre ellas desde hace siglos, aunque a decir verdad esa tranquilidad se ha visto amenazada de vez en cuando, ya te enterarás.
Hilaria caminaba de puntitas, más concentrada en no pisar ninguna de esas diminutas letras que desfilaban como laboriosas hormigas, que en la explicación de la guía, una extraña y robusta mujer, vestida con una vaporosa túnica azul estampada con las letras del abecedario, quien la llevaba presurosa de la mano.
—Como te decía, cada una de nuestras muy conocidas amigas —señaló en todas direcciones y hacia su vestido—, porque seguro las conoces bien, ¿verdad?
Asentía, sin entender bien de qué demonios le hablaba.
—Cada una, te decía, cumple cabalmente con sus funciones y aunque algunas figuran en sociedad más que otras, ninguna sufre de complejos de inferioridad o de ataques de soberbia, por lo menos no en público... Bueno, quizá la eñe se crea la más importante, con eso de que sin ella no habría españññññññññol se la pasa presumiendo su dichosa coronita.
La extraña mujer juntó sus regordetas manos a manera de corona sobre su cabeza e hizo cara de presumida.
—Pero al margen de esos despliegues de vanidad, jactancia y pedantería, cuando las diferentes letras se encuentran, lo cual ocurre a todas horas, sin importar que la Tierra esté iluminada por la brillante luz crepuscular del amanecer o del atardecer, el sol caiga a plomo sobre ella o la oscuridad nocturna obligue a los hispanoescribientes a encender velas, candelas, bombillas, focos, lámparas, quinqués, linternas, arbotantes o cualquier artilugio que sirva para iluminar, nuestras amigas se muestran felices y dispuestas a ir de la mano o de la pata o de la colita con sus hermanas para emprender lo que bien puede ser una intrincada aventura literaria, una enmienda constitucional, un anuncio publicitario espectacular, las casi ilegibles instrucciones en una etiqueta o en un contrato legal y hasta un chateo entre adolescentes.
A Hilaria le costaba trabajo seguir lo que decía esa extraña mujer.
—Adolescentes: esos engendros humanos, carentes de identidad, que insisten en simplificar a la mínima expresión la lengua escrita, al reducir a unos cuantos símbolos su intento de comunicación —dijo con una voz grave y sentenciosa, pero aclaró en voz muy baja, casi susurrante—, así los define la muy quejumbrosa y conservadora Maestra Letralia.
—¿La Maestra Letralia?
—Sí, ya la conocerás. ¡Ah, pero has de saber lo que, ni tarda ni perezosa, le contesta la chispeante Maestra Cibernia, una de las nuevas huéspedes de la aldea —y ahora imita una voz muy alegre, como de niña—: tal vez habría que reconocer que los adolescentes, que no engendros, le han otorgado más valor a cada una de nuestras muy queridas letras. A mí me tiene encantada la forma en que se despiden muchos de ellos: TQM, ¿no le parece ingenioso y enriquecedor que nuestras tres hermanas signifiquen algo tan bonito, Maestra Letralia?
—Yo estoy de acuerdo cien por ciento con Cibernia —apuntaba la desconcertante guía—. Ahora con tanta tecnología digital y con tanto tiempo que pasan los chavales, muchachos, chicos, pibes, compas, niños, escuincles o morritos chateando o enviando mensajes por medio de sus móviles, celulares u otros artilugios para tal efecto, es necesario ahorrar letras. ¿Tú chateas en la compu y mandas mensajitos por tu cel?
—A veces.
—¿Escribes palabras completas?
—Casi siempre.
—¡Aaaaajá! Seguro eres de las que usa apóstrofos después de la letra cu, para ahorrarse la escritura de la u y la e y no escribir la palabra que, ¿verdad?, como si esa palabra fuera tan larga.
—No. Eso se usaba antes de los celulares. Aunque en el cajón de recuerdos de mi mamá he visto algunos recaditos con la palabra que como usted dice, pero…
—Entonces, ¿tú cómo escribes la palabra que?
—Casi no la escribo en mensajes de celular.
—¿Cómo escribirías: que dice mi mamá que no me da permiso de ir a tu casa, o sea, que no puedo ir?
—No sé, tal vez escribiría algo así como “no voy a tu casa”.
—¡Pues qué sosa! Seguramente después de ese mensaje deberás enviar varios más para explicar las razones para no ir a casa de tu amiga o amigo.
—Tal vez.
—Ya sé, eres de las que escribe bye, OK y cosas por el estilo en inglés bien escrito o mal escrito como baaaay y oukeeeei.
—No siempre, la verdad no me acuerdo cómo escribo mensajes, sólo lo hago y ya.
—¡Ah!, pero ¿qué me dices de cómo escribes en los foros y en todos los espacios virtuales?
—¡Ah!, pues escribo igual que en todas partes, con palabras completas y con ortografía.
—¿Y con dibujos, como caras felices, líneas onduladas y cosas peludas como pelucas, para decir que tal o cual cosa está de pelos?
—Pues sí, sí me gustan los emoticones y los dibujos y todas las cosas que se han creado para diseñar y hacer más alegres los espacios virtuales. Y a veces, también escribo letras que para algunos están aisladas pero que para quienes las usamos tienen algún significado.
—Bueno, a eso iba. Al punto de que hay letras solitas, como la eme mayúscula, eso sí, curveada y pintada de amarillo, que todos, hasta quienes no entienden la O por lo redonda, o sea las personas analfabetas de toda la Tierra, de todo el mundo, de todo el orbe, de todo el globo, que la reconocen como el símbolo de la comida rápida estadounidense que se propaga hasta los más alejados rincones. No sé si eso es bueno o malo, pero de que la eme tiene una fuerza enorme, ni quién lo dude. Mira ahí va todo un ejército terrestre y aéreo de ellas.
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jueves, 18 de noviembre de 2010

Un trayecto temerario



Un trayecto temerario
© María Eugenia Mendoza Arrubarrena

Apenas alcanzó a treparse al micro. La pesada mochila, obviamente en la espalda, amenazaba con provocar un aterrizaje forzoso, por lo que ejerció un poco de presión con el hombro derecho para empujar al cuate del portafolio metálico que subió antes que él y así ascender del estribo. “Debe sentirse chido aventarse en paracaídas”, pensaba Braulio siempre que viajaba de esta forma, que era casi todos los días.
Una tonada familiar disipó su fantasía.
“Chin, es el Temerario, ahora sí ya se me hizo súper tarde”, un creciente terror lo va invadiendo al percatarse de que va a bordo del microbús conducido por ese hombre, que Braulio conocía como el Temerario, no nada más por su forma de manejar, rebasando a cuanto vehículo se interpone en su camino y frenando con secos amarrones en donde se le antoja, sino por su parecido con uno de los miembros de la banda grupera, cuya música siempre ambientaba el recorrido matutino.
El sentimiento de culpa por su tardanza para salir de casa se transforma en arrobamiento.
“Por suerte también a Lucía se le pegaron las sábanas”. Trata de avanzar hacia donde está la niña del 303, de la que está secretamente enamorado, cuando escucha la voz del Temerario, la del chofer.
–Atrás hay lugares, recórranse, recórranse todos. Tú no chula, tú tienes derecho a viajar en primera, arrímate pa’delante y hasta te dejo tocar la palanca.
Lucía, enfadada por la vulgaridad del chofer hace como que acaba de descubrir a Braulio y lo llama insistentemente para que se acerque a ella.
Ni tardo ni perezoso, el muchacho se abre paso entre los pasajeros hasta que llega a su lado.
 El suspiro de alivio de Lucía es interpretado por Braulio como una señal de agrado, en esos momentos pasa por alto el fastidio que le provoca viajar todas las mañanas en la apestosa lata de sardinas rodante.
“Tal vez la busque durante el descanso largo para platicar”, piensa mientras aspira el tenue perfume a cereza que despide el cabello recién lavado de la adolescente.
Ninguno dice nada, pero, de repente Braulio gira la cabeza ligeramente a la izquierda y horrorizado ve una amenaza inminente, materializada en una chavita, como de siete años, peinada de coletitas relamidas, que siempre, nunca le falla, vomita el licuado de plátano con leche y lo que probablemente, antes de iniciar el interrumpido paso por el tracto digestivo, era un bolillo (la primera vez que se topó con ella recibió el asqueroso contenido revuelto del estómago de esa escuincla, por eso sabía de lo que hablaba). Su mamá, de la niña, una flaca malencarada que sólo abre la boca para regañar a la pobre vomitona, trata de abrirse paso para ganar un asiento de ventana que acaba de desocuparse, probablemente con la esperanza de que el aire fresco impida lo inevitable.
Jaló bruscamente del suéter a Lucía, justo en el momento en que uno de los viejitos que llevan a sus nietos a la primaria, que está a dos cuadras, recibe el susodicho “baño de vómito”.
–De la que me salvaste, gracias Braulio, le dice al oído, mientras ella misma contiene las náuseas que le provocó la escena descrita. Y dices que siempre que la ves vomita, pregunta curiosa, asqueada y compungida.
–Sí, quizá su mamá la esté entrenando para ser bulímica, igual que ella –se arrepiente un poco de lo dicho, y para cambiar el tema agrega– si el “Temerario” le acelera tantito más alcanzamos a llegar antes de que cierren la reja.
–¿El Temerario, quién es el Temerario?
–El chofer, fíjate en el galán, ¿a poco no se parece a uno de los de la banda, ésos que son hermanos, tú sabes cómo se llama? -Sin esperar respuesta agregó- además, siente cómo se va abriendo paso, temerariamente, entre otros micros, trolebuses y carros particulares.
Lucía lo observa y suelta una sonora carcajada, al percatarse de que su amigo tiene razón. Sin embargo, cuando siente la insidiosa mirada del chofer, reprime la risa y se dirige a su compañero.
–¿En dónde te subiste? – pregunta como para, ahora sí, iniciar una conversación.
–Una antes del Viaducto. ¿Y tú?
–En la esquina de la Calle Cuatro con Eje Tres.
–¿A poco somos vecinos? –pregunta Braulio, como si no supiera exactamente el color del portón del edificio, el número del departamento y el color de las cortinas de la que él supone es la recámara de Lucía.
–¡Qué coincidencia! –se limita a decir la chica.
Lucía comienza a cantar la pegajosa canción que inunda el micro. Su bien entonada voz es apenas perceptible para Braulio y algunos de los pasajeros más cercanos. Los dos se miran y sonríen.
El recorrido no sólo se hace más agradable sino prometedor, en una de ésas hasta se atreva a abrazarla, como para protegerla. Fantaseando con esa posibilidad, se percata que a unos pasos de ellos, una mujer bien arreglada, cualquiera pensaría que es secretaria de un abogado o de un contador, mete la mano en la bolsa del saco del barbón que va medio dormido recargado en uno de los tubos cercanos a la puerta trasera. El pobre no se da cuenta de nada y aunque Braulio hace como que se va a caer, en un intento para alertar al hombre, la mujer ya tiene la cartera y aprovecha la parada para bajar rápidamente, seguida de un tipo, ése sí con facha de atracador, que viaja detrás de ella.
La fría mirada de la mujer impide a Braulio hacer cualquier otro movimiento. Con la esperanza de que los ladrones sólo tomaran el dinero de la cartera del señor y la tiraran más adelante, Braulio se atreve a decirle lo que acaba de ocurrir. El pobre hombre toca el timbre desesperadamente para hacer la parada del micro y aterriza de angelito cuando éste todavía está en movimiento.
–Te arriesgaste mucho, Braulio, ¿qué tal si esos rateros, que obviamente  forman parte de una banda, ya te echaron el ojo y te hacen algo para vengarse?
–¿Tú crees que se hayan fijado en mí? De todas formas yo no hice nada en frente de ellos, pero aunque no les tengo mucho miedo, por las recochinas dudas voy a tener que venir en Metro los próximos días, si quieres paso por ti mañana temprano, pues seguro pensaron que vienes conmigo, no vaya a ser que quieran tomar venganza también contigo.
Braulio echa un vistazo a su reloj, todavía faltan como seis cuadras y ya van a dar las siete. “Ojalá al Sandi se le haya hecho tarde también y la señora Marichuy sea la encargada de cuidar la puerta de entrada y revisar las mochilas, ella siempre nos da unos minutos de tolerancia”, pensó, mientras “enviaba” un mensaje telepático al Temerario para que se pasara los próximos altos y le hiciera honor a su nombre.
–¿Estudiaste para el examen de literatura? –pregunta Lucía, quien también tiene cara de susto por la hora.
–Simón. La neta, a mí sí se me da todo lo que sea verbo y lengua. Pa lo que nomás estoy negado es pa los números, contesta, tratando de hacerse el chistoso.
–La verdad –confiesa Lucía– a mí me dan flojera muchos de los textos que tenemos que leer a fuerza. Si por mí fuera, escogería obras más actuales, más cercanas a nuestros intereses, mi hermano me dice que Fadanelli se la rifa. De los autores mexicanos y latinoamericanos que estamos leyendo los únicos que realmente me enganchan son Serna, Benedetti y Restrepo, pero ellos no vienen en el examen de hoy.
“¿Fadanelli, Serna, Restrepo?, tengo que ponerme a estudiar si quiero ligarme a esta chava”, pensó Braulio.
–Mira, fíjate en esa pareja de abuelitos. Ahorita ella va a sacar algo de la red, quizá un tamal o una quesadilla y se la va a dar a su amorcito.
–Parece que conoces a todos los que vienen en el micro –dice Lucía, mientras comprueba lo que le acaba de decir su amigo.
–¿Qué quieres?, soy observador, tal vez algún día sea sociólogo o periodista o investigador privado, aunque sea de ésos que estudian por correspondencia...
¿Ya te fijaste en el tipo del fondo? –pregunta ella, como para demostrar que también es observadora–. Ese cuate calvo del traje lustroso, no nos ha quitado la vista de encima, se nos queda viendo y toma notas. ¿Crees que él también esté haciendo un estudio sociológico, no sé, quizá sobre estudiantes de secundaria que viajan en micro?
–¿Cómo crees, para qué?, nosotros ni a quién le importemos.
Braulio toma la mano de Lucía y no contento con tocar el timbre, grita a todo pulmón. –¡Bajan, Temerario, bajan!
–Órale pinche escuincle, espérate a que lleguemos a la parada.

Ciudad de México, 2010


miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mensajera de las estrellas, de María Eugenia Mendoza Arrubarrena




Mensajera de las estrellas
© María Eugenia Mendoza Arrubarrena

Dedicado a Julieta Fierro

La algarabía en torno a una persona que patina rauda por el pasillo que conduce al auditorio principal me obliga a suspender mi trabajo.
Desde este frío y oscuro rincón no alcanzo a distinguir si se trata de una ella o un él. La excitación que va despertando a su paso me contagia. Desearía poder unirme a ese torbellino que la rodea y ha provocado que detenga su paso. Estoy a punto de salir de la caseta pero inmediatamente me inhibo, siento vergüenza solamente de pensar que me dejo llevar como borrego por el llamado de las multitudes.
 Además, mis obligaciones me lo impiden.
Trato de volver a lo mío, pero me resulta imposible. Me trepo en un pequeño banco y la descubro.
Es una mujer enfundada en un leotardo negro satinado, adornado con vistosas aplicaciones multicolores: estrellas, lunas en diferentes fases, deslumbrantes planetas anillados, cometas y brillante polvo de estrellas. El atuendo se completa con una capa rematada por tiras transparentes. La joven mujer cometa brilla con luz propia. Gira sobre su eje, ríe y tras una breve pausa da la señal de continuar la marcha.
La lúdica escena contagia alegría.
Una vez más desearía botar todo lo que me ata a este agujero y sumarme a los dóciles seguidores de esta versión estelar del flautista de Hamelin que conduce a cientos de niños y adultos a lo que seguramente será un encuentro fuera de este mundo.
La aguda voz de una mujer que manotea y repite insistentemente que le entregue una bolsa de lona que no deja de señalar me trae de regreso a la realidad de este agujero negro que no solamente absorbe mi vida sino mis sueños y mi alma.
Es primera vez que me toca estar en una feria del libro infantil. Generalmente la agencia me manda a congresos médicos de todo tipo y a ferias regionales de artesanías, de calzado y hasta de ganado.
Lo que nunca cambia es que soy la encargada del área de paquetería. De alguna manera siempre he desempeñado trabajos en los que el trato con la gente se reduce al mínimo y aunque en éste debo lidiar con miles de personas, la relación se limita a recibirles un paquete y entregarles una ficha y viceversa.
 Yo no entiendo por qué la gente carga con cosas tan inútiles como onerosas cuando viene a sitios como éste. Pañaleras repletas de juguetes, biberones y alimentos para bebés; abrigos peludos, a pesar del sofocante calor; pesados aparatos de radio, que de portátiles no tienen sino el nombre y paraguas estorbosos y destartalados.
 Al finalizar cada evento hacemos un recuento de lo que los despistados visitantes que olvidan recoger sus pertenencias nos legan: de diez a quince paraguas inservibles, una o dos mochilas mugrosas o alguna caja con alguna sorpresa, generalmente desagradable, de “ganancia”.
Nuestras pérdidas se reducen a las desgastadas fichas olvidadas en algún bolsillo de pantalón o en el fondo de alguna bolsa de mano.  Hasta el momento, en los dos días de feria ya hemos acumulado cinco sombrillas y una bolsa repleta de libros.
Por un lado, deseo que el olvidadizo que dejó los libros no regrese y que a la hora de la rifa me toque a mí por lo menos uno, pero, por otro me da tristeza pensar en el infeliz que dejó algo valioso. Total, no ha de ser tan listo, a pesar de que le gusta comprar libros. Seguramente no los lee para entrenar su inteligencia o por lo menos mejorar su capacidad de atención. Se lo merece.
Cuando caigo en la cuenta de la profundidad de mis pensamientos me siento avergonzada, como si alguien se hubiera asomado a mi cerebro y hubiera encontrado un hueco en donde baila un cacahuate.
Me río de mi ocurrencia, para tratar de maquillar el conformismo en que se encuentra atorada mi existencia.
La voz de mi jefe me saca de mis cavilaciones.
Es hora de comer.
Tomo mi monedero y me dirijo a la zona de comida rápida.
Hoy quizá me incline por unas tostadas de tinga, ayer comí una torta por demás raquítica, rellena con una oblea de  jamón y un trozo de queso panela con los bordes blancuzcos.
Cuando protesté por la cuestionable calidad del alimento, el tortero me lanzó una mirada más fría que el refresco enlatado que sostenía en mi mano izquierda y después me ignoró.
No me quedó más remedio que retirar el dudoso queso y rellenar los panes con todos los chiles encurtidos que le cupieron.

En la noche no soportaba el dolor de panza. Me prometí no volver a esa lonchería nunca jamás.
De manera que hoy iré al puesto de comida rápida que instalaron afuera de la feria.
Contenta por haber tomado la decisión más importante del día me dirijo a las tostadas, cuando al pasar frente al auditorio principal siento como que algo me jala. Decido asomarme para ver qué está ocurriendo ahí.
Descubro a la mujer cometa, quien ya no parece tan divertida pues ha cubierto su maravilloso disfraz con una bata blanca que le confiere cierta seriedad. Se pasea frente a una gran pantalla en donde se proyecta una sorprendente diapositiva.
Habla de un calendario cósmico en el cual, el primero de enero está marcado como el día en que ocurrió una gran explosión que dio origen al actual universo. ¡Hace quince mil millones de años que ocurrió este explosivo acontecimiento y gracias a la tecnología actual, desarrollada en el último segundo del primer año cósmico es posible que presenciemos ese extraordinario y único evento! Esa fotografía, explica, fue tomada por el telescopio espacial Hubble y se convierte en una evidencia de la teoría del famoso Big Bang.
-Observen bien estos destellos” -decía mientras apuntaba a lo que para cualquier mortal no eran más que una especie de bolas de fuego espaciales o algo así- esto que vemos aquí son las semillas de ocho galaxias, así se veían hace trece mil millones de años las galaxias que conforman nuestro universo.
Un niño con cara de sabelotodo que estaba en la primera fila levantó la mano y dijo que hace trece mil millones de años todavía no se inventaba la cámara fotográfica y soltó “¿cómo es posible que exista una foto de algo que ocurrió hace tanto tiempo?”
Hubo algunas muestras de reprobación por parte del público, dejando constancia de que consideraban estúpida la intervención, pero la mujer cometa estaba encantada por el interés mostrado.
-De ninguna manera este comentario resulta trivial, al contrario. Es cierto, hace trece mil millones de años todavía no se había inventado la cámara fotográfica, ni habían nacido el inventor ni el fotógrafo, es más ni siquiera nuestra galaxia era como la conocemos hoy y ni el sistema solar había nacido, es decir, hace trece mil millones de años no existía la vida, por lo menos como la conocemos. El asunto es muy complejo, pero pensemos que la luz que nos llega del Sol, que es nuestra estrella, tarda ocho minutos en alcanzar a la Tierra, la luz que observamos de otras estrellas tuvo que ser emitida mucho tiempo atrás puesto que otras galaxias como Andrómeda, que es una de nuestras vecinas más próximas está a dos millones doscientos mil años luz de distancia. Lo que está haciendo el telescopio espacial es captar imágenes muy lejanas no sólo espacialmente sino también temporalmente.
La mujer comenta continúa su viaje por las galaxias. Recorre con un apuntador laser las formas y todos la seguimos como hipnotizados. La conferencia continúa y yo comienzo a ponerme nerviosa, mi media hora está a punto de terminar, cuando escucho algo que me paraliza.
-Hoy somos capaces de asomarnos al pasado más lejano pero cada día ponemos en riesgo nuestro más cercano futuro.
Para enfatizar lo dicho exhibe una diapositiva que muestra una escena reciente de la secuela que dejó uno de los recientes ataques a Irak o a Afganistán, no presté mucha atención, pero podría ser en cualquier lugar del mundo.
Todos guardamos silencio avergonzados por los horrores de la guerra.
-Espero que el año entrante, en este mismo espacio, pueda mostrarles algunas de las imágenes que astrónomos de diferentes partes del mundo han logrado captar de ese explosivo y extraordinario evento, me refiero al Big Bang, por supuesto.
Ni los aplausos, ni las luces que comenzaron a iluminar todo el auditorio, ni las manos que se levantaban para bombardear con preguntas a la mujer cometa, me sacaban de mi estupor.
Yo repetía una y otra vez ¿Es posible captar algo que ocurrió hace quince mil millones de años? ¿Cómo, con qué? ¿Acaso ya inventaron una máquina del tiempo que llegue tan lejos? ¿Es posible llegar al principio de todo?
Esto rompía completamente la idea de que el pasado se quedaba en el pasado. Yo que me la pasaba lamentando mi suerte y aceptándola con resignación.
No comí, pero esa tarde tomé una decisión. Si era posible presenciar el comienzo de todo, de todo absolutamente, entonces era posible corregir el rumbo y darle a mi vida otro sentido.

Ciudad de México, 2010

lunes, 15 de noviembre de 2010

Temores y racionalidades


No les temo pero me molestan en avanzada
las habladurías y los cuchicheos.
No faltará quien hable de mi muerte
como del merecido castigo 
que recibe un pecador.
Que si no hizo caso al dolor,
que si nunca fue al doctor,
que si se lo buscó,
que pudo, pero no lo evitó.

Como si nacer no conllevara morir
como si comer, beber, amar, trabajar
no fuesen parte del verbo vivir
y por conjugarlo gozosa
el gozo tenga que irse al pozo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El Lindero, 4a. reimpresión

El Lindero
María Eugenia Mendoza Arrubarrena
México, Ediciones SM, Colección Gran Angular
4a. reimpresión

Hace siete años Ediciones SM publicó El Lindero, mi primera obra de narrativa, responsable de mi incursión en el mundo de la escritura y la edición.

La semana pasada la editorial me envió los ejemplares que por contrato me corresponden cada que hay una reimpresión de la obra. Estos vienen con los ajustes en la portada y contraportada, correspondientes a la Colección Gran Angular (El logo en la esquina inferior izquierda) y el nuevo diseño de la cuarta de forros, en donde aparece la actualización de mi semblanza.

En estos siete años, además de hacerme sentir muy añeja, al leer mi fecha de nacimiento, algunas cosas han cambiado.  En la versión anterior decía que soy egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García y de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Debido a que me titulé en 2006, después de 20 años de concluida la carrera de la UNAM, cuando María Cristina Vargas, editora de LIJ en SM, me preguntó si quería modificar la semblanza consideré pertinente señalar que soy licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. En estos años no me he dedicado a la publicidad ni he hecho radio, como hasta 2003, aunque espero volver a estar frente al micrófono de una radiodifusora. Por fortuna he incursionado en ámbitos de la educación y la comunicación que me encantan, como el mundo bloguer. Otro aspecto que me pareció importante incluir en las líneas destinadas al ego de la autora fue el relacionado con la autoría de Peligro en la Aldea de las Letras, obra seleccionada por el Programa Nacional de Lectura, pues como  autora y editora de este libro, que sea un Libro del Rincón, ha sido un gran honor.

Ahora que veo la renovada cara de El Lindero y recuerdo la emoción que sentí al tener por primera vez en mis manos un libro escrito por mí, hago a un lado la timidez e invito a los maestros que han trabajado con el libro en las aulas (gracias a la promoción de la fuerza de ventas de la editorial), que sigan haciéndolo y a quienes se topen con él en una feria del libro o librería, incluso en una librería de viejo, que le den una oportunidad, estoy segura de que les gustará, como a mí.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Che y Elle suprimidas del alfabeto español

Ilustración del  capítulo "Todo por una cadena", elaborada
por Alberto Caudillo
Por María Eugenia Mendoza Arrubarrena

Hace un momento entré a Twitter y me encontré con una nota que ha consternado a las habitantes de esta Aldea de las Letras, sobre todo a las habitantes de las casas número 4 (Che) y 14 (Elle), es decir a las maestras responsables de la creación de las letras con que escribimos ni más ni menos que palabras tan sabrosas y nutritivas como chocolate y chochito o con tanta sudamericana identidad como che; tan apreciadas en los campos como lluvia y tan expresiva, aunque también acuosa, como llanto.

La nota a la que hago referencia: "La "i griega" se llamará "ye". La nueva Ortografía de la Real Academia Española fija la denominación de algunas letras, cambia "quorum" por "cuórum" y elimina las tildes de "solo", "guion" y "o" entre número" fue publicada por el diario El País, en la que se da cuenta del destino de estas letras.
La i griega será ye, la b será be (y no be alta o be larga); la ch y la ll dejan de ser letras del alfabeto; se elimina la tilde en solo y los demostrativos (este, esta...) y en la o entre números (5 o 6) y quorum será cuórum, mientras que Qatar será Catar.

La nueva edición de la Ortografía de la Real Academia Española, que se publicará antes de Navidad, trata de ser, como dice su coordinador, Salvador Gutiérrez Ordóñez, "razonada y exhaustiva pero simple y legible". Y sobre todo "coherente" con los usos de los hablantes y las reglas gramaticales. Por eso el académico insiste en que plantea innovaciones y actualizaciones respecto a la anterior edición, de 1999, pero no es, "en absoluto" revolucionaria. Gutiérrez Ordóñez se resiste incluso a usar la palabra "reforma".
[...]
Ch y ll ya no son letras del alfabeto. Desde el siglo XIX, las combinaciones de letras ch y ll eran consideradas letras del alfabeto, pero ya en la Ortografía de 1999 pasaron a considerarse dígrafos, es decir, "signos ortográficos de dos letras". Sin embargo, tanto ch como ll permanecieron en la tabla del alfabeto. La nueva edición los suprime "formalmente". Así, pues, las letras del abecedario pasan a ser 27.
Cuando trabajaba en el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos sostuve una discusión con una editora y amiga mía, la maestra Águeda Saavedra, acerca del número de letras del abecedario español, asunto muy importante puesto que en la Coordinación Editorial se producen materiales educativos para alfabetizar y para educación básica (primaria, secundaria y propedéuticos para bachillerato, así como textos en lenguas indígenas). Mientras ella no consideraba letras a la che y la elle, para mí tenían ese carácter. Con el fin de llegar a una conclusión recurrimos al servicio de consultas de Español al Día. A continuación presento la respuesta obtenida:
Sent: Tuesday, June 14, 2005 6:06 AM
Subject: consulta RAE (abecedario)

Como las demás lenguas románicas, el español se sirvió básicamente desde sus orígenes de la serie alfabética latina, que fue adaptada y completada a lo largo de los siglos. Así, el abecedario español está hoy formado por las veintinueve letras siguientes: a, b, c, ch, d, e, f, g, h, i, j, k, l, ll, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y, z.
Esta variante española del alfabeto latino universal ha sido utilizada por la Academia desde 1803 (cuarta edición del Diccionario académico) en la confección de todas sus listas alfabéticas. Desde esa fecha, la ch y la ll, que en realidad son dígrafos, es decir, signos gráficos compuestos de dos letras, pasaron a considerarse convencionalmente letras del abecedario por el hecho de representar, cada uno de ellos, un solo sonido. No obstante, en el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, celebrado en 1994, se acordó adoptar, a petición de varios organismos internacionales, el orden alfabético latino universal, en el que la ch y la ll no se consideran letras independientes. En consecuencia, las palabras que comienzan por estas dos letras, o que las contienen, pasan a alfabetizarse en los lugares que les corresponden dentro de la c y dentro de la l, respectivamente. Esta reforma afecta únicamente al proceso de ordenación alfabética de las palabras, no a la composición del abecedario, del que los dígrafos ch y ll siguen formando parte.
Mientras que los dígrafos ch y ll son las únicas grafías que representan, respectivamente, los sonidos /ch/ y /ll/, el sonido que representa el dígrafo rr es el mismo que el representado por la r en posición inicial de palabra o precedida de las consonantes n, l o s. Este solapamiento explica que, a diferencia de la ch y la ll, la rr no se haya considerado nunca una de las letras del alfabeto.
 
Reciba un cordial saludo.
__
Departamento de Español al día
RAE
En la vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia, en su versión electrónica, que es la que aparece en pantalla cuando se consulta, aparecen las siguientes definiciones:
che1.
1. f. Nombre de la letra ch.
che2.
(De che, voz con que se llama a personas y animales).

1. interj. Val., Arg., Bol., Par. y Ur. U. para llamar, detener o pedir atención a alguien, o para denotar asombro o sorpresa.

elle.

1. f. Nombre de la letra ll.


Mientras que, como avance de la vigésima tercera edición, el artículo enmendado dice:

che1.
1. f. Nombre del dígrafo ch.

elle.
1. f. Nombre del dígrafo ll.

En mi libro Peligro en la Aldea de las Letras, inspirado por un correo electrónico en el que se anunciaba la simplificación ortográfica, abordé este tema a partir de la defensa de la letra Hache, tan vilipendiada por algunos como indispensable para nuestra lengua, creo que es momento de que Hilaria visite la Aldea de nuevo para ver cómo van las cosas por allá.

Por lo pronto habrá que ver en qué consiste que la Nueva Ortografía del Español suprima "formalmente" a estas letras dígrafas del abecedario, porque no queda claro de qué manera esta decisión enriquece o simplifica, si este fuera el caso, la ortografía de un idioma que hablan alrededor de 500 millones de seres humanos y varios millones más aprenden como segunda lengua.

El País ha abierto la encuesta titulada ¿Estás de acuerdo con los cambios en la ortografía que ha anunciado la RAE? Sería interesante conocer sus resultados y cómo los toma la RAE.

jueves, 4 de noviembre de 2010

EL DIA DE MUERTOS / ZIUA MORŢILOR

PERSPECTIVES: MARIA EUGENIA MENDOZA (MEXICO)

EL DIA DE MUERTOS / ZIUA MORŢILOR

Dicen que los mexicanos nos burlamos tanto de la muerte, que hasta nos la comemos en forma de calaveritas de azúcar, amaranto o chocolate, esos dulces tradicionales que se integran a la ofrenda, junto a platillos y bebidas regionales, flores, papel picado, velas, fotografías y elementos que distinguían los gustos y aficiones del difunto, para recordarlo en el Día de Muertos.

   El carácter festivo que le imprimen los colores, aromas, texturas y formas a la ofrenda, así como la algarabía propia durante la preparación de los alimentos, el armado y adorno de la ofrenda, contrasta con la solemnidad de mantener en la memoria a los seres queridos que ya no pertenecen al mundo de los vivos.

    El espíritu de la fiesta de muertos, en las comunidades rurales, está íntimamente ligado a la celebración de la cosecha, por lo que dependerá de la abundancia o escasez la cantidad de alimentos y objetos a ofrendar.

   Esta celebración aparece en los calendarios maya y mexica, en el mes de noviembre. Sobrevive a la conquista, la colonia y a la aculturación presente en prácticamente todas las sociedades actuales que han adoptado la noche de brujas y todo el sentido comercial del halloween.

   En las escuelas públicas y privadas, en las dependencias de gobierno, recintos culturales, centros comerciales, plazas públicas y por supuesto en los cementerios de las ciudades las ofrendas de muertos mantienen no sólo viva la tradición indígena sino alimentan la creatividad de los participantes y recuerdan a las personas su condición de mortales.
 
   Aunque se prepara todo un festín para ese “retorno” por unos días de los difuntos, ésta es una fiesta en la que los vivos se agasajan cuando llega el momento de levantar la ofrenda y compartir y disfrutar los alimentos, entre los que prácticamente no faltan los tamales, el mole, panes y dulces de calabaza, amaranto y las ya mencionadas calaveritas, además de una gran diversidad de bebidas.
 
   Alrededor de esta fiesta tradicional han surgido manifestaciones culturales, entre las que sobresalen las Calaveras literarias, composiciones satíricas en verso dedicadas a personas e instituciones, a manera de epitafios.

   Con lo mencionado hasta aquí, tal vez se refuerce la idea de que los mexicanos no sólo nos reímos y burlamos de la muerte sino la retamos constantemente.
   Sin embargo, para nosotros, como estoy segura para todos los seres humanos, por lo menos para quienes amamos la vida, para quienes no somos asesinos, suicidas, ni amantes de la guerra, la muerte es un asunto muy serio, ojalá llegara en forma natural y no invocada por las armas.

   En la tradición poética del México antiguo, por ejemplo, el rey poeta de Texcoco, Nezahualcóyotl cantaba:

Me siento fuera de sentido,
lloro, me aflijo y pienso,
digo y recuerdo:
¡Oh, si nunca yo muriera,
si nunca desapareciera!...
¡Vaya yo donde no hay muerte,
donde se alcanza victoria!
Oh, si nunca yo muriera,
si nunca desapareciera...

   Esta fiesta tradicional indígena de Día de Muertos fue declarada en 2003 “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”, por la Unesco, debido a que es: "...una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país.”

   La fiesta de muertos, sin duda, es la celebración mexicana con mayor carga de espiritualidad, respeto y expresiones artísticas más interesantes del país.
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     Se spune că noi, mexicanii, persiflăm într-atât  moartea, încât o mâncăm sub formă de cranii de zahăr sau ciocolată, aceste dulciuri tradiţionale, care sunt integrate în ofrandă împreună cu mâncăruri regionale şi băuturi, flori, lumânări, fotografii şi elemente pe măsura gusturilor şi a preocupărilor celui defunct, spre a ne aduce aminte de el în Ziua Morţilor.
 
     Caracterul festiv pe care îl conferă ofrandei culorile, aromele, aranjamentul şi formele, precum şi asamblarea şi decorarea ofrandei contrastează cu solemnitatea rememorării fiinţelor dragi care nu mai fac parte din lumea celor vii.
 
     Spiritul sărbătorii morţilor, în comunităţile rurale, este strâns legat de serbarea recoltei, de care depinde  abundenţa sau cantitatea alimentelor şi obiectelor oferite în dar.
 
     Această sărbătoare figurează în calendarele maya şi mexicane în luna noiembrie. Supravieţiesc Conquistei colonia şi aculturaţia, prezente practic în toate societăţile actuale, care au adoptat Noaptea Vrăjitoarelor şi simţul negustoresc al Haloween-ului.
 
      În şcolile publice şi particulare, în agenţiile guvernamentale, instituţiile culturale, centrele comerciale, locurile publice şi desigur în cimitirele urbane ofrandele aduse morţilor păstrează vie nu numai tradiţia indigenă, ci stimulează creativitatea participanţilor şi le amintesc indivizilor condiţia lor muritoare.
 
     Cu toate că se pregăteşte un adevărat festin în cinstea “reîntoarcerii” pentru câteva zile a celor defuncţi, această sărbătore este una în care cei vii se simt bine atunci când soseşte momentul să ridice ofranda, să împartă şi să se bucure de bucate, din care nu lipsesc tamalele, alviţa, pâinea şi plăcinta de dovleac, precum şi craniile menţionate anterior, alături de tot soiul de băuturi.
 
     Din această sărbătoare tradiţională provin diferite manifestări culturale, printre care figurează Calaveras literarias, compuneri satirice în versuri sub formă de epitaf dedicate persoanelor şi instituţiilor.

     Aşa cum am menţionat, probabil că se conturează ideea că noi, mexicanii, nu doar râdem şi glumim pe seama morţii, ci şi o provocăm în mod constant.
 
     Cu toate acestea, pentru noi, ca de altfel pentru toate fiinţele umane,  cel puţin pentru acelea care iubesc viaţa, care nu au porniri asasine, suicidare şi nici nu iubesc războaiele, moartea este o problemă serioasă, desigur cea în formă naturală, şi nu cea provocată de arme.
 
     În tradiţia poetică a vechiului Mexic, de exemplu, regele-poet din Texcoco, Nezahualcóyotl cânta în versurile sale:
Mă simt afară din cărarea vieţii,
plâng, mă-ntristez şi cad pe gânduri,
rostesc şi îmi aduc aminte:
O, dacă voi muri vreodată,
dacă vreodată fi-va să dispar!...
Voi merge- acolo unde nu e moarte,
acolo unde-i  biruinţă!
O, dacă voi muri vreodată,
dacă vreodată fi-va să dispar...

     Această sărbătoare tradiţională indigenă a fost declarată în anul 2003 “Capodoperă a Patrimoniului Cultural Inalienabil al Umanităţii” de către UNESCO, deoarece este: “...una dintre reprezentările cele mai relevante din  patrimoniul viu mexican şi mondial, precum şi una dintre cele mai vechi şi mai pline de forţă expresii a grupurilor indigene din Mexic”.

     Ziua Morţilor este neîndoielnic sărbătoarea mexicană cu o majoră încărcătură de ordin spiritual, realizată în cele mai interesante forme de expresie artistică din ţară.

Traducere şi adaptare: Daniel Dragomirescu
 
Publicado el 4 de noviembre de 2010 en Contemporary Literary Horizon

lunes, 1 de noviembre de 2010

De diccionarios y palabras que definen actos violentos

 

Algo que me parece maravilloso de los diccionarios impresos en papel es que uno puede hojearlos y ojearlos y de repente detenerse frente a una palabra que puede llamar la atención por diferentes razones, tan simples como el número de letras, como ocurre con a o tan comunes como matrimonio, cuya definición ya se ha quedado corta o una que provoca malestar cuando se leen varias de sus acepciones, como sucede con mujer.

Buscar las palabras que se usan como groserías, por ejemplo, pendejo, puede decepcionar a algunos mexicanos, al percatarse que en ninguna de sus acepciones  se refleja la intención de ofender, sin embargo, eso no los disuade de que dejen de usarla para insultar.

Las dudas en relación con la ortografía es lo que más mueve o debería mover a la gente a consultar un diccionario. Hace unos días escuché la intervención de una especialista en imagen que repitió cerca de veinte veces la palabra agujero, en relación con una metáfora en la que hablaba de secretos difíciles de guardar que se convierten en "agujeros negros" para quien los guarda; lo curioso era que cada vez que decía la citada palabra parecía que el fonema g había sido atraído por un agujero negro pues pronunciaba "aujero" o "ahujero" (lo cual es igual, puesto que la hache es muda). Sucede lo mismo con palabras como aguja, que no falta quien pronuncie como "aúja", "ahúja" e incluso "abuja" o apellido, que mucha gente pronuncia "apeído", como si la elle  también fuera muda.

Razones hay muchas para consultar y tener siempre cerca un diccionario impreso o abierto uno en línea, así como para alegrarse por la edición de este tipo de libros de consulta.

La semana pasada se presentó en la sede de la Real Academia Española el Diccionario de americanismos, editado por Santillana. Sin duda, esta obra enriquece al español (aunque los empobrecidos bolsillos de la gente no la hacen accesible), por las 70 mil voces y 120 mil acepciones de palabras provenientes de un continente que habla, lee, escribe y vive diariamente un idioma que unifica en la diversidad.

A propósito de la presentación de esta obra se publicaron varias notas en los diarios de los dos lados del Atlántico. En una de tantas, concretamente la firmada por el corresponsal de La Jornada Armando G. Tejeda se lee:
Por primera vez, un diccionario recoge la jerga de las mafias del narcotráfico en México y que, desde hace unos años, se ha hecho de uso común en ese país.
Levantón, de uso sólo en México, significa secuestro cuya intención es diferente a la de pedir rescate económico; pase es dosis de droga o aspiración de cocaína; plomear se traduce como disparar a alguien con un arma de fuego; narcocorrido se define como composición musical popular que narra historias relativas al narcotráfico y sus protagonistas para enaltecerlos.
Las razones para incorporar estos términos, que es cierto, cada vez se escuchan  y leen más en todos los medios de comunicación del país y del extranjero, las ofreció el presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, José G.Moreno de Alba, en el sentido de que "la cultura del crimen organizado y los narcotraficantes mexicanos es un nuevo campo semántico que debemos conocer".

La presencia de estas palabras en un diccionario por supuesto que no va a influir para que los delincuentes cometan o dejen de cometer crímenes, con mayor o menor violencia, pero al fin y al cabo, crímenes.

Matricidio, parricidio, fratricidio, filicidio y homicidio son palabras que describen asesinatos, y son actos tan antiguos como la humanidad.

Asimismo, desde la acuñación del término femicidio o feminicidio los crímenes, que entran en esta categoría, han ido en aumento.

Ahora se ha acuñado un nuevo término, que no sé si ya haya saltado a las hojas de los diccionarios: juvenicidio:
Ante el perfil de una mortandad que cada año rompe récords en el Valle de Juárez, Víctor Quintana acuñó el término juvenicidios. Los juvenicidios se multiplican hoy por todo el país.
La incorporación de palabras en los diccionarios se supone que es el resultado de la investigación realizada por los especialistas de la lengua, quienes recogen los nuevos términos  de uso común y frecuente, con lo que dejan de ser palabras "inventadas" y pasan al terreno de la legitimidad, sólo desde el punto de vista lingüístico.

Ojalá que estas "narcopalabras" (ignoro si este término se incluyó en el diccionario), recientemente reconocidas como aportaciones del español de México, tampoco influyan en la insensibilización de los ciudadanos, que, acostumbrados a estos hechos, las vean y las acepten como parte de la creatividad y del folclor de los mexicanos.
 
Publicado en la "Aldea de las Letras" el mismo día.