Traje sastre, tacones altos, maquillaje y peinado impecables la hacen lucir y sentirse respetable. El iPhone le da aire de ejecutiva, de profesional exitosa.
Hace equilibrio en un vagón del metro. Vocifera sobre el tráfico, explica a su interlocutor que dejó el auto cerca del metro porque estaba atrapada en un gigantesco estacionamiento. Grita instrucciones, cancela citas, se muestra remilgosa para elegir restaurantes...
Los pasajeros callan a su alrededor.
Llega a su destino, empuja a mujeres y hombres. Nadie se atreve a reclamar.
Aborda el tren de regreso.
Representa nuevamente la escena, así lo hace de lunes a viernes desde que quedó desempleada.