De repente se tuvo la posibilidad de decirlo todo a todos, pero bien mirado, no se tenía nada qué decir. Bertolt Brecht (Teoría de la Radio, 1927-1932)


viernes, 22 de octubre de 2010

Orgullosamente mexicana


Orgullosamente mexicana
María Eugenia Mendoza Arruabarrena

“Soy la música del organillero, el silbato del globero y cinco tonadas que les recuerdan a los otros su origen orgullosamente mexicano”.

Al principio, no puede determinar la fecha exacta del momento en que comenzó, pero para los fines de sus reflexiones eso carece de importancia. Bueno, decía que al principio la invasión de spots sobre el Bicentenario, que interrumpían cada tres o cuatro minutos, junto con los anuncios a los que ya está habituada, sus programas de radio y televisión favoritos, le molestaban y hasta la ponían de malas quizá porque no les prestaba la debida atención o porque no había entendido la importancia de la fecha, pero poco a poco la repetición de los mensajes logró su objetivo: se sintió más que de costumbre, por costumbre, orgullosamente mexicana.

En las últimas semanas los insistentes spots, en los que entusiastas voces que lo mismo le recuerdan lo que es ser mexicana que relatan en unos segundos pasajes determinantes de la lucha por la independencia, no sólo captan su atención sino que la conmueven profundamente; considera que es un privilegio vivir en estos momentos históricos, en los que la música del organillero, el silbato del globero, la grabación de "hay tamales calientitos...", las  cinco tonadas (tatatatata), que emiten los cláxones cuando los muy mexicanos automovilistas les recuerdan a otros sus orígenes y muchos otros sonidos forman parte de su ser, de su ser orgullosamente mexicana.

El entusiasmo la ha llevado a desempolvar los conocimientos de la primaria. Se da cuenta de que los héroes de la patria, desde el Niño Artillero y El Pípila hasta Hidalgo, Morelos, Leona Vicario y Allende, entre muchos otros, han cobrado una dimensión más humana, ya no los ve, como cuando era niña, sólo como imágenes de las estampitas que compraba en la papelería con las que ilustraba los apuntes de historia.  Ahora sabe que los héroes fueron personas, como ella, de carne y hueso. Prueba de que tenían huesos como los suyos, es que los de los héroes, después de haber sido científicamente analizados  por equipos de especialistas, del tipo CSI, han determinado que los fémures, cráneos y tibias merecen también ser venerados porque fueron los que dieron sustento a los héroes que nos dieron patria.

Contagiada por el entusiasmo del Bicentenario, que es la fiesta de todos los mexicanos, había planeado ir con familiares y amigos al Zócalo, en donde podría, mejor que en cualquier otro lugar, sentir ese orgullo que la levanta todas las mañanas para cumplir sus obligaciones, porque también de eso se trata ser mexicana.

Hoy ha leído que el Zócalo está "blindado". Le cuesta trabajo entender el término, pero finalmente entiende que rodeado de vallas y fuerzas del orden, para que no cualquiera llegue al centro de los festejos. Además, como siempre que hay fiesta o plantón en el corazón del Centro Histórico, las estaciones del metro estarán cerradas. Ha leído que es más recomendable presenciar el espectáculo, cuidadosamente planeado para festejarla a ella y a más de cien millones de mexicanos, en alguna de las 45 pantallas gigantes de Reforma y la Alameda, o todavía mejor, en la comodidad de su casa o en el pabellón mexicano en la Expo Shangai.

Un poco desanimada, pero no tanto, hace los ajustes al plan de sus doscientos años de ser orgullosamente mexicana, aunque sólo tenga veinticinco. Las banderas que ondeará a la hora del Grito; las serpentinas y el confeti y las cornetitas de cartón tricolor esperarán ahí, sobre la mesa de la cocina de su vivienda de treinta metros cuadrados para gritar al mundo su felicidad de ser orgullosamente mexicana.

Texto publicado el 10 de septiembre de 2010, en el blog "Aldea de las Letras"

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